martes, 15 de mayo de 2012

El rey de Electra

—Vení, acostate veamos algo juntos y te vas antes de quedarte dormida porque ya no puedo llevarte como antes. Y me pierdo en su olor a perfume. Ese que se puso a la mañana. Aunque ya no lleve el traje puesto sigo creyendo que es el hombre más lindo del planeta.

Poco me importa estar viendo un programa de boxeo, porque el latido de su corazón disipa mis miedos y me pierdo entre su respiración dejándome llevar por el sueño que invade mi cuerpo. 

No importa que no duerma ahí, su presencia me hace sentir protegida.

—...Porque es lo único que haces Florencia; pero bueno, si no te da la cabeza dedicate a otra cosa... Limpiar vidrios si es que para eso servís. 

Sus palabras entran como cuchillos en todo mi cuerpo, activando mis lagrimales casi al instante.

"Está nervioso", pienso. Aunque no es un motivo tan poderoso para una reacción semejante y el dolor se queda para instalarse. Me digo que se terminó, que ya no quiero más esto, que podemos vivir separados, que puedo ser feliz sin necesitar su aprobación, que necesito ser libre... 

Acepto como una derrota saber que nunca voy a ser lo suficientemente buena en algo como para que me mire a los ojos con orgullo. También sé que mañana va a pensar en cuánto me lastima y un regalo representará unas disculpas que en palabras nunca llegarán.

Estoy convencida que este no es mi sueño, es una carrera por ser reconocida al menos en algo, viviendo mientras sobrevivo para que, al final, llegue el día en que no me duela respirar, en que pueda decir lo que pienso sin llorar, en que haga las cosas por que así lo quiero sin pensar a través de otros.

El ruido de la puerta me trae a la realidad, al final, sólo quería dedicarle un espacio a él y estaba buscando en mi memoria el lugar desde donde contarlo. 

Pero ahí lo veo, entrando con sus lentes de sol, con un traje caro y usando un perfume importado. 

Se acerca me da un beso en la mejilla, me sonríe y su presencia me recuerda cuan a salvo estoy entre sus brazos.

Al fin y al cabo no lo elegí, me tocó. No importa cuanto me ame, me cuide o me lastime. Va a ser el hombre más importante de mi vida, por algo es mi papá. 

Le devuelvo la sonrisa. 

—¿Te sirvo la comida, pa?, y lo abrazo fuerte, sabiendo que el latido de su corazón disipa mis miedos.