Hermiparesia: se refiere a la disminución de la fuerza motora o parálisis parcial que afecta un brazo y una pierna del mismo lado del cuerpo. La causa de la hemiparesia puede ser provocada por una lesión en el cerebro, tronco cerebral, cerebelo o médula espinal, afecta el tracto nervioso que corre desde la corteza cerebral hasta la médula espinal.
«Hemiparesia izquierda», confieso que ni siquiera sabía cómo escribirla, ni realmente de qué se trataba (a pesar de haber convivido mis 21 años con ella).
Para poder hablar de esto, necesitaba saber qué es y Google me ayudó. Después de la primera búsqueda salieron palabras como «lesión» , «condición», «trastorno». En mi vida siempre fue discapacidad.
Intento ordenar mis pensamientos una vez más y recordar; imágenes de mi infancia (y de no tan infante) se me vienen a la mente. No sé qué fue primero, pero hay dos cosas que tengo presentes,casí como si pudiera sentirlas: las caídas y calambres.
Cuando sos chico las rodillas viven raspadas y eso (por suerte) camuflaba las mías; me caía, así, como si nada. Raspones después de cruzar la calle, corriendo o simplemente caminando. De un segundo al otro mi pierna (la siniestra) me jugaba una mala pasada y, como si estuviera resignada, se aflojaba. Y ahí estaba yo, en el piso, con la rodilla sangrando sin entender muy bien qué había pasado.
Los calambres fueron mi pesadilla nocturna, de las peores y al grito de « ¡Papaaaaaaaá!» aturdida por un dolor punzante que me hacía despabilar al instante, me encontraba con la figura de mi papá que, todavía dormido pero alerta, me estiraba los músculos y me calmaba para que pudiera recuperar el sueño.
Hoy me las ingenio. Muchas veces amanezco parada sin saber por qué… y ahí está: el dolor punzante en la pierna. Vive conmigo en cada cosa que hago, aunque no siempre; aparece en alguna que otra cosa cotidiana, como el sexo. Tener relaciones sexuales es toda una aventura y disimular el dolor que llega con los espasmos musculares de un orgasmo, aún más. Una buena y una mala, no me puedo quejar. Sin embargo, cuando la relación sexual es casual, pongo mi mejor cara de poker y un «cambiemos de posición» soluciona las cosas.
El equilibrio es un gran desafío y trae consigo cosas que jamás voy a poder hacer, como saltar con los dos pies juntos, caminar en tacos, pararme en un solo pie, ponerme en cuclillas, andar en rollers y demás obstáculos que voy aprendiendo a manejar.
Pienso en todas estas cosas y automáticamente me acuerdo de las rehabilitaciones, médicos, tomografías, encefalogramas, rehabilitación alternativa (algunas muy ocurrentes), natación… cosas contra las que me iba rebelando.
Las rehabilitaciones eran divertidas: jugaba con pelotas; hacía portalápices porque, mi brazo (aliado de la pierna) tampoco quería obedecer; tenía que agarrar piezas pequeñas, que irónicamente era lo que más me cansaba. Vivía cansada.
La acupuntura, electrodos, zapatos ortopédicos y demás terapias alternativas estuvieron presentes durante mi pre adolescencia, hasta que me harté. Me harté de que mi cuerpo no respondiera algo que mi cabeza mandaba, que me sacara tiempo con mis amigos, de no ser normal; me harté de no ganar en una carrera cuando corría. O no poder bailar.
Y simplemente decidí aprender a vivir con esto, que ahora es imperceptible y el resto del mundo ignora.
Hemiparesia: «lesión», «condición», «trastorno»
un poco de cada cosa
mucho de todo.
«Hemiparesia izquierda», confieso que ni siquiera sabía cómo escribirla, ni realmente de qué se trataba (a pesar de haber convivido mis 21 años con ella).
Para poder hablar de esto, necesitaba saber qué es y Google me ayudó. Después de la primera búsqueda salieron palabras como «lesión» , «condición», «trastorno». En mi vida siempre fue discapacidad.
Intento ordenar mis pensamientos una vez más y recordar; imágenes de mi infancia (y de no tan infante) se me vienen a la mente. No sé qué fue primero, pero hay dos cosas que tengo presentes,casí como si pudiera sentirlas: las caídas y calambres.
Cuando sos chico las rodillas viven raspadas y eso (por suerte) camuflaba las mías; me caía, así, como si nada. Raspones después de cruzar la calle, corriendo o simplemente caminando. De un segundo al otro mi pierna (la siniestra) me jugaba una mala pasada y, como si estuviera resignada, se aflojaba. Y ahí estaba yo, en el piso, con la rodilla sangrando sin entender muy bien qué había pasado.
Los calambres fueron mi pesadilla nocturna, de las peores y al grito de « ¡Papaaaaaaaá!» aturdida por un dolor punzante que me hacía despabilar al instante, me encontraba con la figura de mi papá que, todavía dormido pero alerta, me estiraba los músculos y me calmaba para que pudiera recuperar el sueño.
Hoy me las ingenio. Muchas veces amanezco parada sin saber por qué… y ahí está: el dolor punzante en la pierna. Vive conmigo en cada cosa que hago, aunque no siempre; aparece en alguna que otra cosa cotidiana, como el sexo. Tener relaciones sexuales es toda una aventura y disimular el dolor que llega con los espasmos musculares de un orgasmo, aún más. Una buena y una mala, no me puedo quejar. Sin embargo, cuando la relación sexual es casual, pongo mi mejor cara de poker y un «cambiemos de posición» soluciona las cosas.
El equilibrio es un gran desafío y trae consigo cosas que jamás voy a poder hacer, como saltar con los dos pies juntos, caminar en tacos, pararme en un solo pie, ponerme en cuclillas, andar en rollers y demás obstáculos que voy aprendiendo a manejar.
Pienso en todas estas cosas y automáticamente me acuerdo de las rehabilitaciones, médicos, tomografías, encefalogramas, rehabilitación alternativa (algunas muy ocurrentes), natación… cosas contra las que me iba rebelando.
Las rehabilitaciones eran divertidas: jugaba con pelotas; hacía portalápices porque, mi brazo (aliado de la pierna) tampoco quería obedecer; tenía que agarrar piezas pequeñas, que irónicamente era lo que más me cansaba. Vivía cansada.
La acupuntura, electrodos, zapatos ortopédicos y demás terapias alternativas estuvieron presentes durante mi pre adolescencia, hasta que me harté. Me harté de que mi cuerpo no respondiera algo que mi cabeza mandaba, que me sacara tiempo con mis amigos, de no ser normal; me harté de no ganar en una carrera cuando corría. O no poder bailar.
Y simplemente decidí aprender a vivir con esto, que ahora es imperceptible y el resto del mundo ignora.
Hemiparesia: «lesión», «condición», «trastorno»
un poco de cada cosa
mucho de todo.